20 d’abril 2007

Geografía abstracta

El cuerpo femenino: diosa terrenal al alcance de la mano, jugoso fruto resbaladizo, untoso y resplandeciente bálsamo. Lo busqué, lo encontré, lo miré, me gustó y me perdí en su paisaje sin confines. Quiero recorrerlo deseando volver, y volver, y volver a nacer en su seno. Juguetear pretendo acercándome a él con la ilusión y el miedo de aquel niño travieso con ansias de curiosidad. Paraíso, meta, fin, medio. Sus curvas me marean, sus detalles me disfrazan de codicioso anhelo: ya llega, se acerca, me mira, mientras la brisa de sus pasos al topar con mi camino me susurra al oído: es ella. Absorto, su remolino me lleva: se va, se aleja, mientras en el ocaso de nuestro encuentro deambulo por sus serpenteantes líneas escurridizas. Sus laderas, sus valles, sus llanuras quiero yo como aposento. Y en mi mente crecen con esperanza temblorosas y graciosas nubes, de mil formas, colores y sabores, que al unirse desatan la tormenta: su encanto me domina, su mirada me desarma y ya, abrumado, su belleza me ciega.

Petons!!! Marc.